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Mostrando las entradas de febrero, 2019

Historias...

Muchas historias pasan por mi cabeza antes de dormir. Sobretodo una, que ha sido muy recurrente estos días: Me veo con alguna chica saliendo por algunos meses. Donde vamos al cine y llenamos de besos y palomitas la sala; donde caminamos tomados de la mano por las calles de México; donde charlamos cosas bien random; donde nos reímos por cualquier chorrada mía, suya o nuestra; donde nos empapamos de sesiones de fotos en el lugar que más nos apetezca; donde creamos boomerangs para capturar aquellos momentos; donde nos escribimos sin compromiso; donde la sala, el parque, la calle, las fiestas o las reuniones familiares se conviertan en lugares perfectos para bailar; donde nos llenamos de cartas, versos, abrazos y besos; donde los “¿No tienes hambre?” sean excusa perfecta para salir a comer tacos, carnita asada, discada, pizza, hamburguesas, taquitos con sal, Doritos, papitas o palomitas, o para comprarnos todo eso y ver alguna película en la sala; donde me veo compartiendo alguna botella

Cuenta conmigo

Con mi puño y letra te escribí una carta una tarde de enero, y en ella plasmé un poema de Benedetti : cuenta conmigo. Ojalá lo hagas. Cuando te sientas gris en un día de Sol, escríbeme y dale esa carta a alguna paloma que esté cerca de ti, les pedí que cuidaran de tu Sonrisa. Ellas sabrán qué hacer. Cuando estés llena de colores y en los brazos de otro, llámame, hace tiempo que dejé de recibir noticias dulces. Seguro la tuya me trace un par de cielos, árboles y rosas en mi alma. El contar conmigo puede ser una tarde de tus películas favoritas, alguna mañana en pijama con desayuno en casa, noches de fotografías, y días de Sol, lluvia, risas, charlas, café, té, Ruffles Sabritas, Picafresas, chocolates. Y aunque ya no quiero ser temporal para nadie más, comprendí que eso no está en mis manos, y lo único que me queda es seguir mandándote mariposas, para que con su vuelo, te digan cuánto te quiero.

Pensar menos, sentir más

      Para mi desgracia, siento que a veces soy un anciano cargando muchas vidas en mi espalda, un tipo que está en constante reflexión, sin importar qué. Y eso para mí es una verdadera desdicha, pues, ¿Cuándo fue la última vez que realmente disfruté de algo porque pensé mucho? ¿Cuándo?       Quizá no tengo remedio, o probablemente no quiera tenerlo. Me voy más por lo segundo. Y es que, por una parte, la provechosa, la noble, la enriquecedora: puedo ver en aquello que vivo, alguna lección, algún consejo o alguna anécdota que me ayude a crecer. pero allí es donde, por otro lado, se avecine la parte mala, la desgraciada, la soberbia y quizá, la inútil: No disfrutar el momento.                   ¡Vivir! ¡Mierda, qué desgracia!       ¿Acaso será ese el motivo por el cual a menudo me encuentre tenso? Cuando bailo, (o hago el tierno intento de hacerlo), parezco un robot. Espero pronto dejar de parecerlo (o eso me digo cada mañana).       Al saludar, especialmente a alguna mujer, me pong