Ir al contenido principal

Historias...

Muchas historias pasan por mi cabeza antes de dormir. Sobretodo una, que ha sido muy recurrente estos días:

Me veo con alguna chica saliendo por algunos meses. Donde vamos al cine y llenamos de besos y palomitas la sala; donde caminamos tomados de la mano por las calles de México; donde charlamos cosas bien random; donde nos reímos por cualquier chorrada mía, suya o nuestra; donde nos empapamos de sesiones de fotos en el lugar que más nos apetezca; donde creamos boomerangs para capturar aquellos momentos; donde nos escribimos sin compromiso; donde la sala, el parque, la calle, las fiestas o las reuniones familiares se conviertan en lugares perfectos para bailar; donde nos llenamos de cartas, versos, abrazos y besos; donde los “¿No tienes hambre?” sean excusa perfecta para salir a comer tacos, carnita asada, discada, pizza, hamburguesas, taquitos con sal, Doritos, papitas o palomitas, o para comprarnos todo eso y ver alguna película en la sala; donde me veo compartiendo alguna botella de vino mientras contamos nuestras anécdotas más chuscas, profundas, tristes o maravillosas que tengamos; donde las noches se vuelvan día y la luz que nos ilumine sea la de la luna; donde las peleas se conviertan en motivos para queremos más; donde leamos juntos algún libro cada mes o dos; donde nos ayudemos a crecer mutuamente personal y espiritualmente; y donde si nos gana la carrera la rutina, y ya no nos querramos más, nos tatuemos un hasta luego en el alma y sigamos nuestras vidas, sin dolor, sin miedo, y con amor...

Pero siempre, al final de esta mágica historia que cada noche se crea como película merecedora de algún Oscar en mi cabeza, siempre me veo haciéndolo todo solo.

Y es que si primero no te imaginas este tipo de historias compartiéndolas contigo mismo, las haces realidad y las disfrutas con el corazón en la mano y con el alma llena de júbilo, por duro que parezca... No podrás compartir con alguien más.

Todo el mundo carga alguna cruz, tiene heridas tatuadas en la piel, recuerdos que les quitan el aliento, problemas sin resolver pero que tienen que ser resueltos...

Quizá, no lo sé, pero existan muchas personas enfermas del alma, y si tú no te curas, ¿Cómo podrías curar al mundo? ¿Como podrás compartir el agua que emana de tu espíritu si ésta está contaminada?

Hay mucho trabajo por hacer. Por suerte hay vida, y para aprovecharla hay que ir paso a paso, no rápido ni lento, sino paso a paso...

Comentarios